jueves, 26 de agosto de 2010

En alguna época de mi vida, cuando tomaba prejuicios de desayuno, sobrevaloraba los conocimientos teóricos/académicos/etc que tuviesen las personas con las cuales me rodeaba. Con ciertas experiencias que tuve que almorzar y cenar, me di cuenta del verdadero valor de lo que podríamos denominar como sabiduría (o lo que sea). Puedes tener gustos sobre ciertas cosas y por ende, saber bastante sobre aquellas. Música, libros, películas, ciencia, animales, cocina, etc. y ser admirado por eso. Pero me di cuenta que aquellas cosas las encontrás en los libros, en Wikipedia,  en Taringa, en Internet, donde sea. Comprás todas las películas que no conocés, bajás toda la música que no ubicabas, lees esos libros que te recomendaron, ves aquellos documentales, etc. Podés tomar cursos, podés ser autodidacta. Pero valores/ideales/pensamientos/reflexiones/etc que encontré en ciertas personas, jamás en la vida las encontré en otra parte, y ahí aparece el punto de quiebre. Cuando encontrás esas cosas sólo en los aprendizajes de la vida. Cosas que no te enseñan en el colegio, y no las podés leer en libros de la teoría de no se qué. Sólo en ciertas personas, en ciertas situaciones, en ciertas actitudes, ciertas reacciones, en ciertas conclusiones. Cosas que encontré en mi misma en el momento en que pase la mano por los vidrios empañados. Y no voy a hacer un ensayo sobre el existencialismo a lo Sartre y Camus, ni mucho menos un análisis sociológico. Sólo grafico, exteriorizo, estas ideas que divagaban en mi mente de a momentos. Me pasa que cuando las escribo, exiten el doble, con más fuerza. Es lo mismo en realidad, pero en cursiva y con negrita.

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