jueves, 17 de marzo de 2011

Mamá me venía diciendo hace meses que limpie el cuarto, que saque las cosas que no usaba, que iban a venir los pintores, y el cuarto no podía estar así. 
Un día me levanté inspiradísima y haciendo la limpieza me dí cuenta que tenía mucho que tirar a la basura. Entonces agarré una caja y puse todo lo que me hacía mal. Todo lo que guardaba y sólo cumplía la función de albergar telarañas. Tiré todo lo que guardaba por creer que un día le iba a encontrar su verdadera utilidad. Y siempre tenemos la esperanza de encontrarle alguna utilidad en algún momento.
Pero también tiré a la basura los malos recuerdos, esos que me sorprendieron cuando me sentía feliz y sólo lograron tirarme el mundo abajo. Tiré lo malo que descubrí en las personas; tiré las lágrimas que fueron por alguien que no valía pena. Agregué en la caja de cosas inservibles las fotografías de mi vida en la que solamente veía soledad. Tiré los malos consejos, las malas actitudes, los malos pensamientos. Tiré lo viejo pero sin valor. Tiré lo nuevo que no tenía sentido. Seguí buscando entre tanto desorden y polvo cosas para agregar en la caja, hasta que encontré una pequeña valijita llamada "sueños". La limpié y decidí que sería lo único que me quedaría, porque sin ellos mi vida me quedaría vacía.

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